Tardes aburridas que se convierten en cenas medio improvisadas
y coloquios sobre las más diversas tonterías
a veces son las que hacen que vuelvas a la vida.
Y hagas parrilla con una araña.
Y pases notas por debajo de la puerta.
Y cuelgues carteles en otras.
Pero, sobre todo, que te rias hasta que te duela el estómago.
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